Parece mentira que ya hayan pasado veinte años desde aquel primer concurso de fotografía al que me presenté.
Aún recuerdo aquellas interminables noches en las que, debajo de la luz roja, contemplaba atónito el “milagro” de la aparición de la imagen en la cubeta. Aquellas noches en las que, ilusionado pero roto, me iba a descansar unas pocas horas antes de comenzar la jornada laboral.
Ahora todo esto ha cambiado. Podemos tomar una imagen con nuestra cámara digital que, aderezada con el Photoshop, se convierte en unos minutos en una copia en papel que supera incluso a la realidad.
Mi sueño por fin se ha cumplido. Todo el proceso fotográfico se puede realizar con luz natural, interrumpiendo el trabajo en cualquier momento, sin que afecte al resultado final.
La fotografía es algo muy importante en mi vida. Ha dejado de ser un mero recordatorio de viajes, eventos y situaciones, para convertirse en una válvula de escape, una disculpa para viajar y emprender nuevos retos, una materialización de mis sueños e ilusiones. 

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